Columna de opinión - La historia detrás de la lucha por nuestros fondos de pensiones

Columna de opinión - La historia detrás de la lucha por nuestros fondos de pensiones

Nací y crecí en la comuna de Pudahuel, en la población Parque Industrial, lugar donde hasta el día de hoy vivo, trabajo y lucho. Realicé mi enseñanza básica en la Escuela Finlandia, y cursé la enseñanza media en el Colegio Guillermo González Heinrich, en Providencia, el cual encontré y elegí por mi cuenta a los 13 años. Allí estudié la especialidad de Técnico en Contabilidad, lo que me permitió hacer mi práctica en el CRS Salvador Allende. Luego de eso, me ofrecieron quedarme trabajando, y durante cuatro años me desempeñé en ese centro de salud.

Fue en ese tiempo cuando descubrí mi verdadera vocación: la enfermería. Por eso decidí dar un giro a mi vida. Renuncié a ese trabajo y comencé a trabajar en el CESFAM Pudahuel Poniente, en un horario que me permitió estudiar la carrera de Enfermería Universitaria mientras seguía trabajando para mi comunidad.

Comparto esta historia para que se entienda de dónde vengo y por qué inicié —junto a miles de personas— la lucha por el derecho a retirar un porcentaje de nuestros fondos de AFP, empezando con el primer retiro del 10 % en el año 2020.

En Pudahuel se vive una realidad dura. Una realidad que muchos prefieren no ver. En más de una ocasión, vecinos se han acercado a preguntarme si viene otro retiro, y con vergüenza me han contado que, a la hora de almuerzo, solo tienen té y pan para comer. No es una metáfora. Es la vida real, en carne viva.

Desde esa realidad —que veo todos los días en mi barrio y en el CESFAM— fue que decidí levantarme y luchar. Me fui a las calles, al Congreso, a La Moneda, con lienzos, carteles, megáfono en mano y usando mis redes sociales para visibilizar esta causa justa, la más justa que hemos visto aprobarse en el Congreso en décadas. Porque, después de tantos años de abusos y promesas rotas, el retiro de fondos fue lo único concreto que permitió a las familias chilenas tener un respiro económico.

Mi activismo me llevó a trabajar con varios parlamentarios y parlamentarias. Entre ellos, la diputada Pamela Jiles, quien me invitó a exponer dos veces en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Congreso. No me pauteó, no me escribió un discurso. Solo me pidió mis datos para formalizar la invitación. Lo que vi allí, desde adentro, fue brutal: una clase política completa —izquierda y derecha— coludida para proteger a las AFP, buscando cualquier excusa para impedir que los trabajadores y trabajadoras puedan disponer de lo que legítimamente es suyo.

Más recientemente, el diputado Roberto Arroyo me contactó con preocupación tras la aprobación de la mal llamada reforma de pensiones, una reforma que, lejos de garantizar mejores pensiones, representa una repartija de poder y recursos entre los bloques políticos tradicionales. Peor aún, esta reforma abre la puerta para nacionalizar nuestros fondos previsionales, como ocurrió en Argentina y en Bolivia. El mismo día en que se votaba esta reforma, la diputada Ana María Gazmuri presentó su proyecto de nacionalización, dejando en evidencia lo que realmente está en juego.

El diputado Arroyo presentó una reserva de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, buscando frenar esta reforma que, a todas luces, vulnera el derecho de propiedad consagrado en la Constitución. Me pidió apoyo para difundir esta causa a través de mis redes sociales, y así lo hice. Lamentablemente, los tribunales no acogieron esta acción, y no se pudo avanzar a instancias internacionales.

Pero esto no se acaba aquí. Este 2025 es año de elecciones parlamentarias y presidenciales, y con ello se abre una última posibilidad real de recuperar parte de nuestros fondos. Los ciudadanos tenemos hoy el sartén por el mango. Si los políticos vuelven a cerrar la puerta a un nuevo retiro, debemos responder con fuerza: SIN RETIRO, NO HAY VOTOS.

Porque esta lucha no es solo por dinero. Es por dignidad, justicia y por defender nuestro tan basureado derecho a la propiedad. Es por cada familia que ha sido ignorada por un sistema que solo protege a los poderosos. Es por cada persona que no pudo esperar más, por cada adulto mayor que ha sido condenado a la miseria después de una vida de trabajo.

Y si esta es la última oportunidad de hacer justicia con nuestra platita, que así sea. Pero no nos iremos sin dar la pelea.

Por Richard Matta Parra

1 Comentario

Envía tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *