Opinión: ¿Para el pueblo, pero sin el pueblo? Desde abajo y a la izquierda a construir alternativa

Opinión: ¿Para el pueblo, pero sin el pueblo? Desde abajo y a la izquierda a construir alternativa

 

Los primeros días luego de la revuelta del 18 de octubre, en los círculos de las distintas organizaciones, no existía claridad de lo que se estaba gestando desde el vientre del movimiento popular; situación que hasta el día de hoy no termina de decantar. Lo único claro hasta ese momento, era que la política de los acuerdos instalada por los gobiernos de la concertación, se había desmoronado, y que el agonismo se abría paso para cimentar una nueva democracia.

Este nuevo ciclo político encuentra a las izquierdas, en un proceso de crisis, sin claridad en torno al qué hacer social y político. Si esta situación es crítica para las organizaciones de izquierda,  que se encuentran en el FA, la Convergencia Democrática e incluso en el Partido Comunista, la realidad de las izquierdas con perspectivas revolucionarias, se encuentran en una crisis mucho más profunda, ya que estás siguen ancladas debatiendo una dicótoma añeja, ¿yo voto o me organizo?

Solo después de superar esta falsa dicotomía, con olor a naftalina, podemos comenzar a pensar en hacer una política acorde a lo que el momento histórico nos exige. La tarea fundamental para las izquierdas, es comprender que no nos debemos a los colores, banderas  ni símbolos, nos debemos a la victoria, y que para conquistar la victoria, no basta con la declaración de buenas intenciones, es así como la construcción de un programa surgido desde abajo y la izquierda, con reales ansias de conquistar el poder, toma relevancia y asume una urgencia, en un contexto de álgidas movilizaciones.

El eje central de un programa construido desde el campo popular, no puede ser otro que el “Control Comunitario”, entendiendo este como el germen del Poder Popular (PP). Dicho lo anterior, la tesis está afincada en un desarrollo histórico, con significados que pueden  complementarse, pero también existen otros contradictorios. Esto genera que al hablar de PP, en una mesa, cada uno de los participantes tengan una noción distinta, lo que conlleva a un entrampe del cual no se pueda salir.

Algunas de las concepciones de dicho poder, es aquella desarrollada y levantada, por las Izquierdas de los años 60 y 70, la que entiende que el PPes un poder dual, que en el transcurso de su avance, se encuentra con un techo. De igual modo, se puede desarrollar la idea de una dualidad de poder, avanzar en una estructura que le de sustento, para que así finalmente “ejercer poder”. Sin embargo, un vez que el proceso avanza, y se comienza a decantar en la toma del poder (Ejemplo, el M-26-7), la estructura de base, aquella representada por el desarrollo del “poder dual” concebidas muchas veces como “frentes de masas” o “frentes intermedios”, entra en un conflicto directo con la necesidad de la ocupación del poder estatal, es decir,  esta tensión entre ambos poderes, a lo largo de la historia, se manifiesta finalmente en una instrumentalización, en donde se tensiona el verticalismo y la necesaria democracia. Así pues, siempre se resolvió a favor del verticalismo, lo que se evidencia en la  imposibilidad de convivir entre una estructura piramidal, de militantes profesionales, y las instancias del poder popular.

En efecto, se trata de formas incompatibles que tienden a eliminarse unas a otras, las primeras a las segundas, sobre todo cuando las primeras se encarnan en el Estado. Es por esto que la construcción del Poder Popular, debe tener, como ejemplo, lo que los Zapatistas en México llaman el “mandar obedeciendo”, o dicho de otro modo, el Poder obediencial, que ciertamente requiere de un cambio cultural en entender la política como una revisión personal, social y estratégica, que nos oriente  a comprender que la subordinación, el verticalismo y la violencia como formas de ejercer el poder, no se adaptan a una realidad que hoy exige implementar un ejercicio basado en el mandato colectivo, con un acento en la diversidad cultural y personal. Así también, lograr abolir el monopolio del poder político, que hoy en día mantienen aquellos que se han opuesto a los cambios que el mundo popular reclama, y que ciertamente, se anclan a las viejas prácticas que en vez de contribuir a la reconstrucción del tejido social, terminan por debilitar cualquier intento del movimiento popular de levantar una alternativa que sea capaz de profundizar la crisis existente y alzarse contra las actuales políticas neo liberales.

En definitiva, un mundo en el que quepan muchos mundos, solo será una opción si como izquierdas terminamos de mirarnos el ombligo, dejamos de lado las discusiones de trasnoche que ciertamente solo nos importa a nosotros y comenzamos a construir un proyecto con y para el campo popular.

Diego Bautista Cubillos Polo
Colectivo La Yuyo.