Notas Sin Métricas

Notas Sin Métricas
Edgar Fernandez
Edgar Fernandez

En esta oportunidad quisiera compartir con un uds. Una experiencia que me ha marcado como ser humano, y que ha hecho una modificación tan sustancial en mí, como en mi ADN mismo.

En una calurosa mañana de domingo del año 1988, mientras compartía con algunos amigos músicos en los jardines de la iglesia Luis Beltrán, de pronto alguien me toca el hombro y me pregunta: Ud. Es Edgar Fernández? inmediatamente respondí que si… esta señora ya avanzada en edad me dijo: yo quería pedirle un favor bien grande, tengo unas partituras muy pero muy antiguas que me regalaron en el sur y me gustaría aprenderme esas tonadas, pero no sé leer música. Esta señora tenía algo especial, irradiaba una paz y firmeza difícil de explicar, lo que me llevo a responderle que si, le advertí que solo podría ayudarla los días domingos y que acordáramos a qué hora, aproveche de preguntarle donde vivía, para saber si me quedaría muy lejos, me dijo: no, si es aquí cerquita en Lo Espejo #1016, dentro de mi pensé genial, me queda muy cerca de mi casa. Curiosamente después de que habíamos hablado más de media hora, le pregunte su nombre, grande fue mi sorpresa y confusión ya que me había comentado que ella era folclorista aficionada sin embargo el nombre “Gala Torres” me sonaba tan fuerte como una campana, era como escuchar el mismo sonido de “Violeta Parra”. Quede confundido porque simplemente no sabía si esa Gala Torres con la que hablaba era o no la Gala Torres que todo el mundo hablaba.

Pues bien, en su casa me mostro muchas partituras muy antiguas, algunas de ellas escritas a mano en papeles que a esas alturas y con el paso de los años, ya se rompían con solo tomarlas. La Sra. Gala en todo momento me demostraba su gran preocupación porque esa música se perdiera y que nadie pudiera escucharlas alguna vez, así pasaron muchas semanas y ella se las memorizaba con una velocidad que merecía puntaje nacional. La “Galita” como yo le decía, siempre me saludaba con tanto cariño que era comparable al de una abuela.

En una oportunidad le comente a mi esposa, – Estoy adivinando que el día que muera la “Galita” van a aparecer todos los grandes personajes de la comuna llenándose la boca con su nombre, ya me parece estar escuchando en los discursos la frase “Nuestra gran folclorista…”, obviamente en condiciones donde este todo acordonado por carabineros, sin acceso para la gente común y corriente, mientras las autoridades se pelean por figurar más que otros.

El tiempo Paso y un día del 2002, llegue a mi casa después del trabajo y mi esposa a la entrada me dijo – Te tengo una muy mala noticia, cuando me conto de inmediato pensé que no iría a su funeral, no quiero ser testigo de una escena tan baja como la que ya adivinaba muchos años antes.

La “Galita” se fue a aprender otras canciones a los cielos y hoy no la tenemos a ella ni tampoco grabaciones de centenares de canciones que sabia solo ella y de eso soy testigo, tuve el verdadero privilegio de que me las cantara, más aun, escuche tonadas, cuecas, polcas y vals que nunca cantó en público. Finalmente no supe cómo fue su funeral y tampoco quiero saberlo, quiero quedarme esos recuerdos de honor y gracia que ella me regaló.

Al grano!!! Creo firmemente que hay cosas que se deben criticar, atacar sin piedad y mejorar, pero cuando algo es bueno,  se debe reconocer, difundir y aplaudir hasta más allá del cansancio. Siento la responsabilidad de cambiar nuestra especial forma chilena de ser “Ni chicha ni Limoná” que ya criticaba Víctor Jara en el año 1971. Ya es costumbre entre nosotros que después que alguien muere recién se reconoce su aporte, su valor y hacemos lo mismo que ya les comente: nos llenamos la boca con su nombre. En nuestra comuna tenemos grandes artistas: bailarines, músicos, folcloristas, actores, escritores, pintores, sonidistas, tramoyistas, incluso gente dedicada a la producción de cine, a quienes debemos apoyar, reconocer y exigir producción.

En este ámbito y como ejemplo de que no es primera vez que sucede algo similar en todos sus sentidos, es el caso del Maestro Claudio Arrau, quien dedicó toda su vida a la música, estudio con el profesor Martin Krause, uno de los últimos discípulos de Franz Liszt, se dan cuenta del nivel?, Krause dijo en una oportunidad “Este niño ha de ser mi obra maestra”, Arrau ya lo había hecho todo, era lo máximo en el piano internacional, incluso fue nombrado en 1925 profesor en el conservatorio Stern, donde el mismo había estudiado, obviamente Arrau era reconocido como se merecía, pero en Chile no lo conocía nadie, hasta que en el año 1983 por fin recibió el Premio Nacional de arte, ante este hecho el maestro dijo, y quiero que lo lean dos veces: Ser reconocido por la gente y la tierra donde uno nació es para mí la consagración definitiva. A uno lo pueden distinguir los amigos, los admiradores y los críticos, pero si falta el reconocimiento de la propia familia, el honor y la fama son incompletos. Ahora la familia chilena ha decidido concedérmelo y mis sentimientos son una mezcla de gran humildad y emocionada satisfacción.

El maestro falleció el 9 de julio de 1991, como se podrán dar cuenta solo le reconocimos sus últimos 8 años de vida, no es una gran pena? da que pensar?, debemos cambiar?

Quiero recordarles que en su funeral estuvieron grandes personajes eclesiásticos, civiles y militares, da que pensar?, debemos cambiar?

Por: Edgar Fernández